Primer saco de la temporada. El cielo muy azul. Hombres en la esquina.
Estación de subte.
Estación de subte.
El altoparlante chilla: "Personal policial para la estación Callao". Una mujer pregunta. Un hombre alto explica: "Está lleno de chorros" y señala un joven con remera de boca.
Yo lo miro, al hombre, no al joven.
Subo al tren y me siento.
Un viejo con remera verde reparte estampillas. Tiene medio trasero afuera del pantalón. Una mujer lo mira. Luego me mira, suspira y sonríe. Le sonrío también. No se qué otra cosa hacer.
Por la derecha un hombre calvo pega volantes sobre la puerta del tren:
“Discrette Sex Shop”. Vuelvo a reírme, esta vez sola.
“Discrette Sex Shop”. Vuelvo a reírme, esta vez sola.
Mi mirada continúa su recorrido.
Llega una pata de palo, pidiendo limosna.
El tren aún no arranca.
El tren aún no arranca.
Volví ayer a Buenos Aires.
Me sumerjo en la lectura.
Que la ficción me salve.
Hoy no puedo con tanta realidad.
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