Estás ocupando bastante lugar en mi disco,
últimamente. Un poco más del que me gustaría.
De por sí tengo poco espacio. Pero desde
hace un tiempo ando lenta, me cuelgo, tardo en arrancar cualquier tarea. No
conecto automáticamente. O lo hago y me desconecto con mucha facilidad cuando
apareces en una imagen, en una canción, en un mensaje.
Sos pesada. Como un virus que impide el
desarrollo de cualquier orden que me doy.
Estas ahí desde siempre. Como un programa
predeterminado. Pero no te veía. Estabas suspendida. Hibernabas.
Hasta hace unos días, aparecías en una
ventana emergente, pero te cerraba enseguida y podía seguir con mis tareas. A
lo sumo debía esperar 4 o 5 segundos para poder omitirte y continuar con lo mío.
No sé qué fue lo que te activó. Cual habrá
sido la contraseña que te dí sin darme cuenta para que ingreses con este ímpetu
en mi sistema.
Ahora, cada vez que accedes, te instalas
con una potencia casi autoritaria y tengo que cerrar todas las ventanas y
apagarme y esperar un rato antes de volver a encenderme y cruzar los dedos para
que no aparezcas.
Es una lucha desigual. Encontrás siempre la
manera de entrar. Como si conocieras las claves, los códigos posibles para
hackearme.
Y no hay antivirus, ni firewall, ni patrón
de seguridad que te desactive.
Y vuelvo a tildarme: ¿Quién soy? ¿Quién
soy? ¿Quién soy? ¿Quién soy?
Sos mi pregunta frecuente. No. Más que
frecuente.
Ya sos mi pregunta permanente.
Y voy a tener que ir a la mesa de ayuda sabiendo
que no habrá respuesta inmediata ni soporte on line posible. Habrá que poner el
cuerpo. Y la sangre quizá.
Y habrá que esperar.
Necesito un sistema operativo original,
verdadero.
La vieja licencia caducó. Estoy instalada
con información falsa y el crackeo que solía usar no valida nada.
Es tiempo de actualizarme. Abandonar mi
identidad pirata.
¿Deberé reprogramarme? Completamente,
no. Pero un buen formateo será
inevitable.
No
sé qué haré con los viejos archivos. Podría borrarlos, pero es imposible
eliminarlos de forma permanente. Hoy todo está en la nube. Me gustaría que al
menos no estén tan al alcance.
Necesitaré espacio disponible para lo
nuevo. Voy a tener que instalar aplicaciones desconocidas.
Quisiera quedarme un tiempo en blanco. Sin
lo viejo y sin lo nuevo.
Dejar de procesar información por un rato.
Detenerme.
No ser.
Un tiempo hasta poder reiniciarme.
Y recuperada, volver a funcionar.
Texto y Foto: Verónica
Mc Loughlin
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